sábado, 12 de junio de 2010

Alegato a la vida



Ante las nuevas medidas sociales de recorte que los estados han iniciado de forma global y unilateral, y sobre la compresión que ejercen en la soga que sujeta al pueblo por el cuello, los sindicatos mayoritarios, aquellos que dominan la pantomima laboral, han informado que la única salida pasa por convocar una huelga general. Yo, sin embargo, discrepo con esta opinión parcial, ya que conozco una serie de soluciones optativas, las cuales ni conciernen, ni consuelan, ni complacen a la oligarquía.

En primer lugar es preciso señalar que el enemigo del trabajador no se compone únicamente por los gobiernos satélites que dan forma terrena a la sociedad capitalista. Este desacreditado enemigo resulta algo más complejo y difícil de identificar. Entre las partes corporales de este execrable engendro sí hallaríamos a los gobiernos, mas también a los estamentos, estados y representantes, la mal nombrada justicia, la banca, la iglesia, las multinacionales, petroleras, farmacéuticas, los partidos políticos, las empresas, los caciques y todos y cada uno de aquellos que se beneficien económicamente del esfuerzo laboral y la vida de un hombre.

Por otro lado nos encontramos con las herramientas de acondicionamiento y represión, cuyo cometido es inculcar, propagar, reprimir, somatizar y acondicionar al oprimido. Cabría destacar a los medios de comunicación, televisión, radio, diarios; los centros educativos que anulan la facultad de pensar de la masa; los sindicatos y políticos que ambicionan reducir la capacidad de reacción del pueblo; la disgregación social que impide la reacción de la masa, los cuerpos de seguridad del estado y los ejércitos que amortiguan cualquier pronunciamiento; la propagación de un sentimiento de miedo y desesperanza, que rociado sobre la población, procura adormecer, mediante un vulgar efecto Morfeo, cualquier brizna de sedición; la mentira capaz de excusar un sistema caduco e injusto; y un falso bienestar pestilente que desprende una sociedad de consumo, de créditos e hipotecas, que subyuga aún más al ciudadano.

A sí mismo también resulta imprescindible valorar el esfuerzo de los obreros adecuadamente. Un trabajador que dedique sólo ocho horas diarias a una empresa, tras un cálculo rápido, ofrecerá alrededor de diez años completos de su vida a su explotador. Ese tiempo, simple y efímero, supera los límites del altruismo. A esta dedicación tan generosa, debemos añadirle el esfuerzo empleado, el cual obstaculizará el disfrute del tiempo restante y gracias al cual seguramente extraviemos también algunos años de vida. ¿Existe algo en este mundo más preciado que la vida? Pues comprendan que cuando se discute sobre trabajo, se alude a la vida, y que los explotadores decretan ejercer de dioses al disponer sobre la existencia ajena, especulando con los sueldos, el esfuerzo, las condiciones y la felicidad de los hombres.

Consideremos, a partir de este punto, la imagen de la sociedad capitalista como una red compacta y estrecha que rodea el mundo, una malla ceñida, una telaraña que cubre el planeta y cuyo sustento se basa en la explotación de la gran mayoría de habitantes, los oprimidos, los únicos con la fuerza capaz de tensarla desde su esfuerzo y su sudor. El arduo trabajo que tensa la red exprime cada vez más la Tierra, y asfixia a los propios tensores.

Es el momento de regresar a las medidas promulgadas por los sindicatos como únicas ante los recortes promocionados por la oligarquía, para desenmascarar tal falacia, puesto que al hablar de huelga o de protesta, obraremos desde el interior de la misma red, sin posibilidad de romperla, vigilados, permitidos y obviados, malgastando rabia de forma ornamental, pero carente de efecto alguno. El hecho de no hablar el mismo lenguaje con el que el enemigo pretende imponer su diálogo, nos facultará para destruir la red esférica del capitalismo mundial, en una nueva coordinación que prodigue pequeños cortes alrededor de todo el globo, continuos e indiscriminados, que impidan tanto la tensión como la posibilidad de regeneración o parche.

El poder del pueblo debe abandonar la potencia de ser, y avanzar, desprendido de miedo e indiferencia, enarbolando la única bandera de la libertad y la esperanza, preservando la verdadera vida frente a la humillación. Para ello corresponde al pueblo empuñar las armas de que dispone, las auténticas medidas del subyugado, las que a continuación les enumero, puesto que considero que componen la mezcla idónea para cimentar la construcción de la libertad. Me refiero a la resistencia social; la insumisión ante las medidas injustas; la desobediencia civil; la anulación de las falsas diferencias entre colectivos que prioricen la lucha y la difusión de este espíritu; la creación de múltiples focos de educación libre y conocimientos alternativos; la coordinación libertaria; la colectivización de la vida, desde los pequeños aspectos hasta llegar a las empresas; el boicot masivo deslocalizado y el sabotaje al opresor.

Quisiera concluir este alegato a la vida, ya por último, afirmando que el pueblo, cuando todas las medidas pasivas fracasan, ostenta el derecho inalienable a liberarse de la opresión de quienes ejercen el poder.
David Peña Perez

jueves, 3 de junio de 2010

Asalto a la Libertad


Actuar con total impunidad ofrece muchas ventajas, si alguien se sabe tan protegido como para jamás recibir una sanción.Este alguien será capaz de percibir un placer tan intenso que rozará la lujuria, y en su privilegio se ensalzará, forjando un universo ideal, capaz de profanar la libertad de quien ose interponerse .


En pleno siglo XXI, Israel cree que un ser superior al que llaman Dios, permanece siempre mostrando su apoyo, ayudando sus actos y luchando junto a ellos, el pueblo elegido, por algo tan terrenal como la misma tierra. Aprovechando el momento, el capital, la propaganda y un horrendo holocausto realizado por los nazis, una parte escogida del pueblo hebreo fue invitada a Oriente Medio. Y de esa forma, como un molesto invitado, creó un estado terrorista que desestabilizó la zona, creó guerras, provocó que sus nuevos vecinos se armaran contra ellos. Los descendientes de Salomón, decidieron arrebatar más terreno por la fuerza a los estados colindantes, provocando siempre, atacando primero, recurriendo a las tácticas nazis que tanto dolor les causaron. Como si de una vendetta se tratara, utilizaron las mismas técnicas de Hitler con tal de redimir a los pobres palestinos, escoltados por el poder que ejercen en la economía, el cual les ha permitido proyectar un nuevo holocausto sin recibir condena internacional alguna.

Esta semana, Israel ha sobrepasado las fronteras de su estado, la tierra-obsequio, y ha decidido cometer un acto de piratería asaltando La Libertad, una flotilla pacifista que pretendía hacer llegar ayuda humanitaria a Gaza. Más tarde, actuando de una forma pueril, ha excusado el asesinato de diez de los activistas, mostrando una serie de estúpidos y parciales videos.

No obstante, la comunidad internacional encabezada por los Estados Unidos, ha decidido una vez más no sancionar a Israel. Toda esta situación, además de estimular el asco y la desazón que me producen las instituciones y los gobiernos capitalistas, también me ha provocado una sarcástica duda, ¿qué hubiera ocurrido, si Venezuela, Corea del Norte o Cuba hubieran asaltado una flota pacifista, asesinando a diez civiles en aguas internacionales?


David Peña Pérez